miércoles, 29 de octubre de 2008

Sonidero

En los días particularmente estresantes, sintonizo en el colectivo una fm de cumbia. ¿Qué puedo decir? Me distiende la movida tropical, consigo el tan ansiado “no pensar en nada”. Me enteré de que hay una cantante nueva que se llama Lupi y que la rompe, y que al cantante de Trinidad le está yendo muy bien como solista, sin perder su estilo "caliente". Información que pasa sin hacer demasiado escándalo y se va sin dejar huella. Las muchísimas horas de lectura en el trabajo, me dejan resto solamente para tararear una canción de Jambao, con la vista perdida en cualquier punto del parque. Pero ayer, cuando me acercaba a la parada, agitando una patita al compás y anticipando la tranquilidad de mi hogar, una canción me inquietó con esta frase: “Vení, vení, no te hagas la otra…” Chau, pavada metafísica la de este grupito. ¿Me estaré haciendo mucho la otra?

lunes, 27 de octubre de 2008

Lady Folk

Ana S. Cabrera (1890-1970)

Esta hermosa tucumana fue cantante, guitarrista, compositora, investigadora y quién sabe cuántas cosas más. Se encargó de difundir la música y la danza del norte de nuestro país. Viajó por Europa dando recitales y conferencias y hasta dio clases de música en la Sorbonne. Un hallazgo.

Llamado a la solidaridad

Se ruega comprender, o por lo menos intentar, que el trabajo del corrector no solo consiste en agregar o quitar una tilde o colocar una mayúscula. Y, en todo caso, es necesario saber por qué uno quita o pone una mayúscula. No todos lo saben, aunque piensen que sí. Por último, que devolvamos un texto con pocas correcciones, no significa que no hayamos trabajado, nuestra labor también es leerlo detenidamente y descubrir que necesita pocas modificaciones. No inventamos errores para justificar un sueldo. Muchas gracias.

viernes, 24 de octubre de 2008

Miedo al chasco

La primera vez pensé que alucinaba porque era muy tarde. La segunda, pegué la nariz contra la ventana del 29 y vi claramente que se trataba de un monitor que proyectaba un mar en movimiento. Una pantalla chiquita, de esas que se usan en los circuitos de seguridad. Está empotrada en la pared de una casa del barrio chino. Durante meses la espié desde el colectivo sin el coraje para acercarme. Temía que se tratara de un malentendido. La idea de una casa que ofreciera un mar escondido entre las hojas de una enredadera me gustaba demasiado. Algunas veces, cuando te acercás mucho a algo, cuando querés comprenderlo todo, te llevás tremendo fiasco. Si se trataba de un liso y llano monitor de vigilancia, ¿cómo hacía para sacarle la magia a esa casa de golpe? Felizmente, no se trataba de ningún chasco, ahí estaba el monitorcito impertérrito, con su oleaje continuo. Esta vez me salió bien, con las personas no siempre tengo tanta suerte.

martes, 21 de octubre de 2008

Le chat


Hoy quiero ser gato y que mi única preocupación sea encontrar un rincón tranquilo para dormir la siesta. Creer que cazar esa mosca es lo más divertido del mundo. Gritar cuando se me antoje picar algo, y si eso no funciona, empezar a tirar cosas desde la mesa. Y justo cuando me vaya a retar; pegar un brinco, rebotar contra una pared y terminar con un salto tan monumental y tan felino que le haga olvidar el motivo del enojo para aplaudir y festejar mi hazaña. Zonzo. Quiero despertarlo mordiéndole los dedos de la mano y acompañarlo a prepararse un mate. Sentarme en su falda y hacerme la dormida mientras pienso que nunca nadie se vio tan perfecto leyendo un libro.

lunes, 20 de octubre de 2008

Louise en tres tiempos


Definitivamente nací, por lo menos, ocho décadas tarde.

miércoles, 15 de octubre de 2008

La sensualidad bien entendida


Desde hace unos meses observo incrédula la escalada brutal de exhibicionismo berreta en las revistas “para hombres”. Me gustaría pensar que los hombres manejan algún nivel más sutil de sensualidad, que no todos y cada uno de ellos responde a la imagen de una rubia no identificada que apoya la enormidad de su trasero en tanga sobre la lente del fotógrafo. Pero me puedo estar equivocando. Yo prefiero toda la vida una imagen como ésta de la espalda de Louise Brooks.

viernes, 10 de octubre de 2008

Identikit de la Solapa

Debo decir que mi infancia fue muy feliz. Los juegos con mi hermana, los libros de cuentos, los atentos cuidados de mamá, el alboroto con la llegada de papá del trabajo, el pan con dulce de leche, las canciones, los Pitufos, los crayones, el canasto de los juguetes. Mis mejores recuerdos son de nuestras expediciones a Entre Ríos. Viajes eternos en los que siempre se rompía el auto y pasábamos horas comiendo sandwichitos de pan lactal y Coca Cola. Después de un viaje promedio de 14 horas llegábamos al encuentro de abuelas y tías litoraleñas y todo era una fiesta. Una fiesta en la que los adultos se empachaban con asado para terminar durmiendo largas siestas. Sabido es que ningún niño duerme siesta, por lo menos no voluntariamente. Con el clásico mecanismo de asustar para conseguir su cometido (padres, revisen esto con algún terapeuta, por favor, hay otras maneras), nos metían el cuento de la Solapa. La Solapa es la versión entrerriana del viejo de la bolsa. Se supone que se lleva a los niños insurrectos que no pegan un ojo entre las dos y las cinco. Mi problema con esta figura es que nunca me generó miedo. No importaba el tono amenazante que usaran mis tías, siempre me la imaginé como un ser fantástico, mezcla de persona y pájaro, con voz de cigarra. Y nunca creí que buscara a los chicos para secuestrarlos, para mí nos buscaba para jugar. La esperé sentada bajo un eucalipto rigurosamente, durante cuatro o cinco veranos. Ensayaba el diálogo con el que me iba a presentar y los juegos que podíamos jugar (todo menos cartas, sigo igual). Todavía ahora me parece verla sobre alguna barranca o la imagino paseando sobre un camalote. Hace un tiempo me encontré con este dibujo de Julián Gatto y me pareció que era ella.

jueves, 9 de octubre de 2008

Fabifrases

¡Qué invento Karina Mazzoco!

lunes, 6 de octubre de 2008

Sorpresa

Es curiosa la sorpresa. Vivir situaciones con esa sensación de novedad. Hay algo de infantil en esa capacidad, algo de celebrar lo inesperado en vez de asustarse. Es ese momento de festejo posterior a la sorpresa el que me gusta. Recuerdo el alivio feliz que sentí cuando finalmente sorprendí a mi papá llevándose el pasto que, supuestamente, se comían los camellos todos los seis de enero. Me asombró ver a mi padre envuelto en semejante embuste y a la vez me tranquilizó saber que no había camellos, llegados quién sabe cómo desde Oriente, pastando en el jardín de mi casa. Algo parecido sentí la primera vez que me subí a un avión y comprobé que efectivamente –y gracias a algún principio físico que no pretendo entender– 200 toneladas flotaban en el aire cual torcaza. En ballet me llevé otra sorpresa al comprobar que, después de mucho entrenamiento, podés abrirte completamente de piernas y estirarte sobre el suelo sin que nada se rompa y conservando la motricidad. Lo que me molesta es la falsa sorpresa. Si usted es un señor que se dedica al transporte urbano de pasajeros, si pasa alrededor de 12 horas diarias recorriendo las calles porteñas, si usted es taxista, ¿por qué se asombra cada vez que el tránsito en Libertador está congestionado a las 9 y media de la mañana? ¿Por qué tengo que tolerar los hondos suspiros, los insultos lanzados al vacío, los golpecitos nerviosos sobre el volante, los ¡mirá cómo está esto!!!! De todas maneras, prefiero eso al asombro impostado de un No pensé que te podía caer mal.