sábado, 27 de febrero de 2010
Santo remedio
Una manera sencilla de sobrellevar una tarde como la que me tocó el jueves es meterse en una librería y salir con algo. Estaba claro que no podía gastar un peso, pero la angustia tiene la amabilidad de retraerse luego de una compra. Cincuenta y tres pesos después, me senté en un café deprimente, como todo el barrio, con Ángeles y hombres de William Goyen en mis manos. Una delicia. Gracias a él contuve las ganas de salir corriendo y soportar estoicamente los inconvenientes de aquel día.
Etiquetas:
cuentos,
para cuando una quiere estar en otro lugar
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4 comentarios:
y eso que el texano es bravo!
volar volar volar volar volar volar.
voy a aportar la necesaria cuota de frivolidad: tengo una libretita que cada hoja tiene impreso ese cuadro de hopper
Madame, sí, bravísimo, pero lo que me tocaba ese día era cien veces peor.
Chivilboy, qué bueno que volviste.
Marie, te odio, quiero esa libreta. Amo esas "boludeces".
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