jueves, 31 de marzo de 2011

¿Alguien sabe dónde se compra el pirulo circular para la cortina de baño? Quiero y no encuentro, terrible sensación.

jueves, 24 de marzo de 2011

Me hace feliz aunque también me haga sentir renga


Nota: No sé cómo hacer que el video no salga cortado y no tengo paciencia para descularlo.

martes, 22 de marzo de 2011

La isla de los muertos

Hay momentos en que la belleza se vuelve casi insoportable, te complica respirar con normalidad y te llena la panza de mariposas, con la potencia de 100 primeros besos. Me pasó mientras caminaba por la Alte Nationalgalerie de Berlín. Traía los pies húmedos y azules por la combinación monstruosa de lloviznita con frío polar, hacía casi dos horas que subía y bajaba escaleras, entraba y salía de galerías medio mareada, medio empalagada por tanta cosa. Desde un fondo difuso un guardían de sala cantaba una melodía extraña que finalmente resultó ser una propaganda de algo que no entendí. Eran muchas las cosas que no entendía, pero para ese momento no me resultaban amenazantes, el alemán me sonaba cada vez más como una canción de cuna. Ya empezaba a imaginarme el enorme café acompañado por un aún más enorme chocolate que iba a conseguir cuando me topé con esta pintura y me fui de mí. No sé cuánto tiempo estuve parada, a una distancia prudencial, un poco porque temía que vinieran a retarme, otro tanto porque no me sentía digna de respirarle tan cerca. Busqué alguna mirada cómplice que tuviera la misma expresión de bobo embelezamiento que tenía yo, y nada. Ahí estaba, sola y enamorada con ganas de regalarle a Böcklin una caja de bombones en forma de corazón, de abrazarlo y decirle que su pintura me había dejado así, boba. Me fui cuando un señor de trajecito azul empezó a revolotear a mi alrededor con cara de preocupación, no sabía si estaba en éxtasis o a punto de sufrir un infarto. Da lo mismo, la sola existencia de esa pintura me alcanza para querer volver, una y mil veces a esa salita oscura de la Alte Nationalgalerie.

miércoles, 16 de marzo de 2011

Divague


Estoy teniendo una semana de esas en que necesito ver La novicia rebelde o El mago de Oz. Algún conjuro para asustar al desaliento. Un licuado de manzana verde, una torta de mamá, o mejor, una de las que hacía mi abuela con dedicación exclusiva y amorosa. Muchas veces no puedo evitar pensar el futuro y sentir un no sé qué en el estómago o por ahí. Cc me dijo ayer "no hay mejor momento que el presente" con una seriedad absoluta que resultaba contradictoria porque estaba haciendo el arado y no le veía la cara. Tenía razón, aunque todo sonara muy Vox Dei. Muchas veces tiene razón, en más ocasiones de las que me gusta admitir.

martes, 15 de marzo de 2011

Entrar a Argenprop y ver casas con jardín y/o terraza puede ser un pasatiempo muy cruel y un incentivo para el ahorro más impensado.

lunes, 14 de marzo de 2011

En campaña

Me resulta imposible tomarme en serio a Amado Boudou, entre otras cosas por ese nombre de actor porno de origen carioca y por su peinado batido. Otro tanto me pasa con Roy Cortina, no es nada personal, Roy es Orbison y me resulta imposible asociarlo con el PS.

miércoles, 9 de marzo de 2011

Cuestiones fundamentales

El miedo a la muerte ha sido reemplazado por el miedo a la caída de Cuevana.

Stella vs Freud

A veces una cerveza (o dos) con una buena amiga basta para entender que en realidad está todo bien.

lunes, 7 de marzo de 2011

Curiyú

Ayer me volví decididamente vegetariana. Nunca tuve mucha afinidad con la carne, cosa que va en contra de todos los preceptos de mi tierra natal, donde todo se festeja con algún animal tirado sobre la parrilla. Cumpleaños: asado; aniversario: asado con cuero; feriados: lechón adobado; Semana Santa: paroxismo de pescadoí. Mi decisión no tiene que ver con una cuestión filosófica sino digestiva.
Fui a un asado en la casa de un amigo, conocido por sus habilidades parrilleras. Siento una gran ternura por este tipo de asadores comprometidos en el alma con su rol. Son los que pasan horas junto a la parrilla, nunca se sientan a comer y están dando vueltas constantemente para asegurarse de que nadie se quede sin carne. Cada tanda fue anunciada con ceremonia y hasta he visto algún que otro paso de danza mientras agitaba con dulzura una tabla de madera a la voz de "chinchu y morcillita". Yo solo me animé a probar un pedacito de tira, propiciamente acompañado con vino tinto. Gran error. Pasé el resto del día arrollada sobre mi estómago, en eterno gesto de siesta, como una gran boa, de esas que muestran en los documentales de Discovery, digiriendo durante horas y días una presa enorme, más grande que ella. Después de esto decidí escuchar a mi cuerpo que me pide a gritos arroz, frutas y verduras de estación y de vez en cuando medio kilo de helado, pero nunca una tira de asado.