sábado, 27 de diciembre de 2008




Tuno Parera
Puerto de La Paz, 1971
Copia de época


Tuno Parera
Tarde entrerriana, 1971
Copia de época

lunes, 22 de diciembre de 2008

Vos sí que sos unaaaa


¿Y si la vida sólo se tratara de comer duraznos? Podría preocuparme por encontrar una hamaca vacía, comprar un copo de azúcar rosado sin tener que entrar al zoológico; que las cejas me quedaran idénticas; poner el gato chino al sol para que mueva la manito toda la noche; conseguir lugar en la parte de abajo del colectivo; sacarle fotos a los tordos justo cuando el sol los vuelve azules; aprenderme una canción de María Elena y cantarla en el patio para que la escuche el nieto de la vecina; hacer una lista provisoria de deseos para no quedar en blanco cada vez que cae una estrella fugaz; arreglar mi juguera y meterle naranja, pomelo, menta, jengibre, canela, limón; convencer a mamá de que me regale el cuadrito bordado por mi abuela; aprovechar ese invento detestable de Halloween para recorrer una cuadra toda vestida de bailarina haciendo grand jetés; ver cinco películas de Bette Davis al hilo; decir siempre (o casi) lo que siento; comer tres Toblerone y que me caigan bien; reconocer que no me gusta tanto el tomate; anunciar por decreto que el gato no es la mascota de la solterona; despertarme de la siesta en un cuento de Silvina Ocampo y aprender a decir “champagne” como los cantantes de cumbia, “shiammmmmpán”.

viernes, 19 de diciembre de 2008

... y que el mundo se detenga en el mejor lugar




Se requieren grandes esfuerzos para disimular la fragilidad. Alguien nos dijo que teníamos que ser duras, decididas, fuertes y autosuficientes. Afortunadamente siempre hay alguien que cruza esa frontera ridícula. Y se cuela “Reservado” del último disco de Rosario Bléfari, para ponerme todos los pelos de punta y dejarme con la mirada fija en un jacarandá durante 10 minutos. Y algún párrafo de Norah Lange, con esa atmósfera extraña, densa y tentadora; un paisaje de Matías Duville, todo al revés, como de sueño; un mail de mi hermana preguntando cuándo llego; una señora en la calle que me recuerda a mi abuela; el maullido finito de mi gato; las hamacas de una plaza y esa nena que me cede el turno para subir porque me ve toda la ansiedad en la cara; la provoleta que pone mi papá en la parrilla porque soy una hereje que no come asado; una amiga que me espera para ver un capítulo de Six Feet Under…

martes, 16 de diciembre de 2008


Ignacio Iasparra
Sin título, 2001
Fotografía


Siempre se nos quedaba el auto. Sin importar cuántos chequeos mecánicos le hubiera hecho mi padre, en algún punto de recorrido el auto se paralizaba como en presencia de un OVNI. Con el tiempo empezamos a calcular un margen extra de dos horas para cada viaje. Llevábamos las provisiones necesarias para este tipo de incidentes. Sandwiches de pan lactal, coca cola, mate, un cassette de Paul McCartney, frascos para cazar luciérnagas, el carrera de mente, almohadas, álbumes de fotos, caramelos, libros para pintar, repasadores, etc. Así, a la vera de la fatídica ruta catorce aprendí que se la puede pasar muy bien en los desvíos.

Fe de erratas: el cassete era de George Harrison.

viernes, 12 de diciembre de 2008

El clima y el carácter



Nada sucede a medias en Entre Ríos. No conocemos el clima templado. El invierno es helado y el verano, indescriptible. Nunca vi lloviznar. En cuestión de minutos aparecen unos nubarrones negros en el horizonte, se levanta un viento impresionante, las ranas empiezan a croar desesperadas “entrá la ropa”, “no laves el auto” y cosas por el estilo. Se escucha un trueno y caen 12.000 ml en media hora. La tormenta pasa, sale el sol y todos seguimos como si nada. Si tenemos la suerte de que dure más de una hora el pueblo olerá a tortas fritas.
Una fiesta no es tal si termina antes de las ocho de la mañana; los saludos indefectiblemente incluyen abrazos, besos y/o palmadas en la espalda; a los asados puede caer cualquiera y, en general, terminan siendo multitudinarios. La gente no se enoja, se indigna. Como en una telenovela mexicana los malos son muy malos y los buenos, se pasan de buenos. La exageración es una forma de vida. Será por eso que me cuesta tanto manejar los grises. Me muevo en los extremos, cuando algo me gusta, me encanta. De la misma manera, nada me desagrada tibiamente, directamente lo detesto. No resulta muy práctico en términos de relacionarme con el mundo. Pero siempre le puedo echar la culpa a haber nacido en un lugar donde tirás una semilla y crece un bosque.

martes, 9 de diciembre de 2008

Yo no creía en la crisis de los treinta




Un día una se da cuenta de que el sueldo se va pagando cuentas. Por la misma época descubre una que la vida se pasa viviendo y no se siente bien. Son los días en que tengo la aguda certeza de que no estoy haciendo todo lo que quiero. Al mismo tiempo, noto que no tengo ni la más mínima idea sobre qué sería eso. Luego, todo el trabajo de descubrir el propio deseo dentro de esa madeja de lo que quieren para vos las personas que te quieren y las que no tanto. Cualquiera puede opinar porque todo es más fácil que escucharse a una misma. Si el malestar es a veces tan grande, ¿por qué cuesta tanto mover una pieza? Quisiera que esta fuese mi crisis de los 40 y tener que decidir entre darle al botox una chance o no.


En algún momento nuestro cuerpo decide a través de qué sentido se va a conectar con el mundo. En mi caso el elegido fue el olfato. Probablemente por eso soy bastante sorda y confundo los colores. Yo me olvido de todo. Caras, nombres, cumpleaños, lugares, fechas. Todo. Pero jamás de los olores. Recuerdo el aroma exacto que tenían los pequeños ponies que me regalaron para mi cumpleaños número siete. El olor del shampoo que usaba mi prima para lavarse el pelo; los jazmines de la casa de mi tía en Entre Ríos, etc. Todo lo huelo y soy conciente de que es un hábito que tengo que disimular. A la gente, en general, no le gusta ser olida. Prefiero aquellos que no usan perfumes; los que huelen a jabón, a suavizante para la ropa, a galletita recién hecha, a canela. Mi abuela usaba colonia Johnson’s. A veces cuando pienso mucho en ella, siento una ráfaga de su perfume.

martes, 2 de diciembre de 2008

Inquietante certeza



A mí nadie me saca de la cabeza que si mis padres me hubiesen regalado el disfraz de la Mujer Maravilla en vez del de vaquera, algunas cosas en mi vida serían hoy muy diferentes.

lunes, 1 de diciembre de 2008

Adivinador, adivina

El camino del mal humor


Comienza con algún hecho fortuito en el trabajo. De pronto eso que creía resuelto, no lo estaba y cinco personas me reclaman en tono poco amigable, justo cuando me preparaba para tomar un té y leer el Radar de hace tres semanas. Pero no me importa, pienso en el fin de semana que me espera, el primero sin trabajar en un mes. Una vez en casa, me acomodo el sillón para ver un poco de un dramón de Hallmark (esos en los que la chica siempre queda embarazada y la vida la trata muy mal), mientras me atraganto con tostadas con queso blanco y mate con yerba Playadito, la felicidad del ocio. De repente escucho un estruendo y es la lluvia torrencial que está cayendo toda dentro del baño a través de una ventilación mágicamente convertida en desagüe pluvial. Todo eso que llueve afuera, está ahora en mi living, en las habitaciones, en todos lados. Los gatos, en pleno ataque de pánico, revolean las patitas mojadas y maúllan, todos sobre una mesa, improvisada arca de Noé. Me tomó el resto del fin de semana terminar de limpiar el desastre. Cuando me di cuenta, era domingo. Pero no un domingo con onda, uno de esos en los que te cuestionás tu existencia entera y el resultado siempre es desastroso. Hoy llegué a la oficina con la esperanza de distraerme un poco. Pero mi monitor no encendía y mis anteojos yacían sobre mi escritorio en cuatro pedacitos.