martes, 29 de septiembre de 2009

Los puntos sobre las íes



En Córdoba no toman un remise, sino un rémis. Y este se dirige hacia la calle Duarte Quíros, cuando claramente el segundo apellido de ese señor fue "Quirós". La tilde se la pondrán donde va, pero el acento, donde se les canta. Y tomando como ejemplo a los cordobeces, hoy yo al acento lo pongo en aquellas cosas que sí me salieron bien. Y, para mi sorpresa, no son tan pocas como pensaba. Así que, futuro incierto, trabajos temporarios, estrés de la vida moderna, les hago "chiva". Hoy solo suenan timbres de bicicletas, xilofones, y el aire todo huele a flores de azahar.

Ilustra: bordado sobre tela, hecho por mi abuela Cory a la edad de diez años. Agradezco de corazón a mi madre por habermelo cedido.

martes, 22 de septiembre de 2009

Que los cantes feliz



Cosa fenomenal habían sido los cumpleaños de músicos. Cada uno va llegando con su instrumento. Lo apoyan tímidamente contra alguna pared. Se acurrucan en el piso (en las casas de músicos la gente siempre se sienta en el suelo) y esperan. Y una se da cuenta de que están esperando. Brindan con vino tinto, se pasan sus discos, comen un guiso, cuentan un chiste, y esperan. Al fin el dueño de casa pela su instrumento y lanza las primeras notas. No faltan entusiastas. Que no, por favor, tocá vos. Pero faltaba más, acompañame, dice el otro con su guitarra en mano. El cajón peruano que oficiaba de mesa ya fue debidamente despejado y tiene a uno sentado encima, loco de contento, listo para arrancar. Bandoneón, guitarras, percusión, bombo, tenedores, platos. El que no llevó nada se desespera y hace sonar sus manos contra el pecho, chasquea sus dedos, hace tintinear su copa de vino al compás. Todo hace música.
Como en toda reunión, la gente se divide. De un lado quedan ellos, los músicos. Del otro, nosotros, la audiencia (en su mayoría discapacitados musicales, puro aplausos y fervor). En el medio están esos que estudiaron dos meses de guitarra, uno de charango, tal vez. Saben todas las letras, aun aquellas que los músicos desconocen, enloquecen a los gritos cuando detectan un bache, tiran las palabras que faltan en un acto de generosa complicidad y siguen cantando, desaforados. Esos personajes son mis preferidos. Enamorados de la música, ajenos a cualquier limitación, felices, en fin.

martes, 15 de septiembre de 2009

Domingo en Tigre



En la Interisleña ida:
Creo que mañana vence la luz. Tengo que ver dónde metí la credencial de pago del monotributo. ¿Le contesté el mail al tipo este del libro? Ojalá salga lo de la revista. No fui a buscar el resultado de los análisis. Le debo a mi abuela el regalo de cumpleaños.

En la Interisleña vuelta:
Voy a conseguir un jazmín de esos. ¿Cómo se llamará ese pajarito verde? La semana que viene podemos volver. ¡Qué buenos mates! La próxima me meto al río aunque me congele. Agua, agua, agua... Qué rara es la gente que saca un peine en cualquier parte. Me caen bien los productos Querubín. Voy a arreglar mi juguera. Paso y me llevo un plantín de menta.

lunes, 7 de septiembre de 2009

Pero qué barbaridad


Noté que en muchos pueblos la observación y análisis de la vida ajena es más popular que cualquier deporte. Siempre me intrigó porque nada me resulta más aburrido que saber si Fulanita se volvió a casar, si a Osvaldo lo engancharon saliendo por la ventana de la casa de su amante, si a Zully le cortaron tres dedos del pie izquierdo porque se descuidó con la diabetes. Ah, sí, porque el denominador común es el siguiente: sexo y salud. Son los dos tópicos más visitados. Lo cómico y terrible de esto es que nunca nacen de una inocente curiosidad, casi siempre están teñidos de morbo y maledicencia. Como si la desdicha del vecino los volviese más felices y los problemas de salud ajenos funcionaran como vitaminas que robustecen la propia. La historia recorre los almuerzos de cada casa como un teléfono descompuesto; cada familia, grupo de amigos, congregación de monjas, aporta un dato. La premisa es: nada remotamente amable ni constructivo. Aquel que esboce un intento de cambio de tema o defensa del sujeto atacado es directamente ignorado o censurado con un gesto enérgico. Los temas de discusión pueden continuar vigentes durante meses y hasta años. Así, presa de mi asombro y contra mi voluntad supe de las aventuras de la madre de Fulana y de los negocios fraudulentos del abuelo de Mengano. Para la próxima, una lista de actividades más provechosas para el espíritu que destrozar al vecino.

Señales inequívocas

Una sabe que la angustia anda desbordada cuando en un puesto de diarios mira de reojo los libros de Stamatea (o como se llame). Autoboicot, Emociones tóxicas, Gente tóxica, Curso para saber qué carajo se espera de la vida, todo suena tan tentador. Por lo menos por un rato. Sospecho que mi caso no es tan agudo como pensaba. No compré ninguno.

miércoles, 2 de septiembre de 2009

Sábado



Podría afirmarse que los cementerios son deprimentes. Permítanme disentir. El Cementerio de la Chacarita, en este caso, es un muy buen paseo para un sábado por la tarde. Es un parque inmenso y arbolado con muy buena luz alrededor de las seis de la tarde. Es como pasear por Plaza Francia, pero con la seguridad de no encontrarse jamás con bailarines de capoeira, ni artesanos tocando la flauta. Todo es silencio y mucha paz. Algo de la famosa “paz eterna”, supongo yo. Otro hallazgo son las inscripciones de las lápidas, mis preferidas: aquellas poco solemnes que juegan con chistes privados con el muerto en cuestión o las que casi le quitan importancia al trámite de morirse y lo asumen cual egipcio con frases del estilo “Silencio, el Nono duerme”. Le agregan encanto los vendedores de flores de la entrada, que ofrecen sus ramos con una cara de compunción tan ensayada como eficaz. El hit: el clavel (la única flor que no me gusta). La escultura funeraria merece un capítulo aparte.