viernes, 29 de agosto de 2008

Botonera


La lástima es un sentimiento con mala prensa. Está muy mal visto sentir lástima por alguien. Compasión, puede ser, pero lástima no. Y resulta que consultando el diccionario me vengo a enterar que la definición para compasión es: Sentimiento de conmiseración y lástima que se tiene hacia quienes sufren penalidades o desgracias. Una porquería. En cambio la definición de lástima empieza con una palabra clave, enternecimiento. Y algo de eso es lo que me pasa con el dueño de una mercería de mi barrio. Un día, volviendo del trabajo en el 130, vi desde la ventana un negocio destartalado que no tiene mucho que ver con el resto de la cuadra. Desde el colectivo alcancé a divisar unas cajitas que me intrigaron. Una vez en la puerta, me encontré con un anciano sentado sobre un banquito. No dijo nada, no hizo ningún ademán para que me acercara. Esperó a que mi fascinación por ese mundo de botones y cintitas de colores me obligara a entrar. Recién cuando estuve frente al mostrador se levantó. Todo estaba cubierto de polvillo (el señor también). Sacudió un par de cajas de cartón y desparramó el contenido sobre el vidrio. ¡Qué botones! Me contó la historia de cada uno de ellos; dónde los había comprado (sospecho que hace muchas décadas), de qué estaban hechos, para qué se usaban, etc. Toda una apología del “botón de antes”. Elegí un montoncito de los más llamativos y me fui contenta. Sospeché que más contento estaría él, aunque no hizo ningún gesto de entusiasmo. Todo el tiempo actuó como si siempre llegaran chicas a comprar sus botones polvorientos. Durante la media hora que duró mi visita no entró nadie más. Todos los días lo espío desde el colectivo y lo veo igual, sentado en el fondo, como una estatua. Una vez al mes voy a comprarle botones y a escuchar la misma cantinela. Siento que lo hago feliz, pero me parece que es al revés.

miércoles, 27 de agosto de 2008

Vicente + Walter



The lilac-scent, the bushes with dark green heart-shaped leaves,
Wood-violets, the little delicate pale blossoms called innocence,
Samples and sorts not for themselves alone, but for their atmosphere,
To grace the bush I love--to sing with the birds,
A warble for joy of returning in reminiscence.
Anticipando la primavera y en un intento por terminar con el afán descontrolado por todo lo “nuevo”: Lilas, de Van Gogh y el final de “Warble for Lilac-Time”, de Walt Whitman. Muchas veces me olvido de los “consagrados”, justamente por eso. Respirá hondo, sacudíle el polvo a ese librito arrumbado en tu biblioteca y ubicáte cerca de una ventana por donde entre el sol.

viernes, 22 de agosto de 2008

Decílo

Me parece importante darse permiso para ser un poco estúpida. Me intrigan esas personas que sienten la obligación de decir solo cosas brillantes. En el fondo me dan un poco de pena. Debe ser agotador estar siempre a la altura de las expectativas, sobre todo de las propias. Yo solía ser muy controladita (eufemismo para híper-neurótica), prefería callar antes de dar algún indicio de debilidad mental. Gracias a Dios y sobre todo a Freud, hoy puedo decir casi todo lo que me viene en gana. Por lo general soy conciente de la estupidez que estoy diciendo y la disfruto, otras veces no. En ocasiones, algún evento posterior irrumpe para demostrarme lo tilinga que fui. La realidad se encargó de arrasar con frases como “Es imposible que Macri gane estas elecciones”, “¿te parece que eso está arreglado?”, “debe ser una amiga o la prima”, etc. La última vez fue ayer a la tarde, recordé una pavada que dije con muchísima vehemencia y creo que hasta agitando un dedito: “Odio el naranja, es un color que no soporto; y mucho más me molesta combinado con el verde, naranja + verde: jamás”. Revisando una carpeta de imágenes me encontré con esto:



Y me sentí una oligofrénica.

jueves, 21 de agosto de 2008

Reflexión vespertina

En este momento estoy convencida de que el mundo se divide entre esas personas que se toman vacaciones de invierno y nosotras, las que no.

miércoles, 13 de agosto de 2008

Intuición conveniente



Cuando era chica me encerraba en los placards a leer con una linterna. Me gustaba la idea de un espacio propio, sin distracciones. Con el tiempo entendí que era un comportamiento bastante antisocial y cambié el ropero por mi cuarto o cualquier habitación en la que pudiera estar sola. El problema era sostener esa conducta durante mis vacaciones en Entre Ríos. Ahí nadie parecía entender cómo podía elegir quedarme leyendo a chapotear en el río a las dos de la tarde o practicar algún deporte al aire libre. Hoy podría contestarles que el sol de las dos de la tarde te destroza la piel y que “deporte al aire libre” y yo jamás fuimos presentados. Pero a los 12 años me resultaba muy difícil defender mi derecho a “quedarme en ese hueco oscuro” y era blanco de muchísimos chistes. Las figuras de todas estas señoras y señoritas lectoras en la obra de Hopper me reconfortan. A Edward no parece molestarle en lo más mínimo que estén “en otra”. Sospecho que él no me hubiera mandado a jugar al voley en la playa.

lunes, 11 de agosto de 2008

Sublimes fracciones de tiempo


-El minuto antes de largarse a llover. Viento húmedo y olor a mojado.

-Los dos segundos de equilibrio conseguidos en una clase de danza.

-Lo que dura la cancioncita que anuncia el comienzo de una película.

-El tiempo nervioso de las últimas páginas de un libro que me gusta mucho.

-La espera en el teatro antes de que den sala.

-Lo que tardo en caminar los 130 metros entre la parada del 29 y su casa.

-Los cinco minutos que me toma apagar la computadora, juntar mis cosas, saludar e irme a casa.

- Los diez minutos que separan el arco de entrada a La Paz de la terminal de colectivos. Siete kilómetros de felicidad ansiosa.
- El momento en que traen los arrolladitos primavera en mi restaurant chino favorito.

jueves, 7 de agosto de 2008

Role playing

Seis y cuarto de una tarde de martes. Tengo 45 minutos para trasladarme a la otra punta de la ciudad, donde algún desatinado tuvo la idea de ubicar la facultad de Filosofía y Letras. Después de 20 minutos de esperar el 67 bajo una impía lloviznita decidí tomarme un taxi hasta Plaza Italia. Antes de que pudiera indicarle hacia dónde iba, el señor me increpó de esta manera: ¿Vas para allí o para allá?, porque yo tendría que tomar Libertador o seguir por Alcorta; en el peor de los casos: Cabildo, para estar en Belgrano en 15 minutos. Entonces, si querías agarrar para el bajo, no me sirve, ¿entendés?... podríamos pegar la vuelta por Sarmiento y de ahí yo encaro Santa Fe…
Bastante irritada le pregunté: ¿A dónde lo llevo señor?

lunes, 4 de agosto de 2008

Sabiduría china


He llegado a la conclusión de que todos deberíamos nacer con un cartelito de éstos a mano.