jueves, 27 de noviembre de 2008

El día en que supe que iba a cambiar de gimnasio

Peleábamos contra la máquina de Pilates, que de modo nada casual se llama “Reformer”. Éramos tres, una chica que estudia medicina; una señorita en sus 40, un poco rara, con muchos agregados, y yo. De repente notamos una presencia en la ventana que da a la calle. Un niño de aproximadamente 12 años disfrutaba del espectáculo (bastante triste, debo decir) de estos cuerpos envueltos en telas adherentes. La chica rara se levantó, ofuscadísima (es lo que deduje por el tono de su voz, los gestos de su cara eran los mismos para todo). Abrió la puerta del salón, y sin nada de pudor, gritó: “Fulanita, ¿le decís a la gente de limpieza que saque al chiquito del vidrio?”. Nada que agregar.

martes, 25 de noviembre de 2008

Uno de un peso y un escolar, por favor

El boleto no salía y la gente se empezaba a impacientar. El chofer se levantó y limpió la ranura con una especie de plumero. Pero no pasó nada. Entonces sacó un sofisticado soplete e hizo un par de movimientos bastante graciosos. Fue inútil. Visiblemente molesto, tomó una elegante baqueta que guardaba bajo el asiento. Pero tampoco funcionó. Finalmente no tuvo mejor idea que recurrir al viejo método de golpear y patear la maquinita con la ilusión de hacerla volver del limbo de las expendedoras de boletos. Pasaron quince minutos, el señor tuvo que poner el cartoncito de “Fuera de servicio” y los afortunados con boleto en mano recorrimos Libertador en tiempo récord. Sentí un poco de empatía con este chofer que se negaba a renunciar. Los he visto en otras oportunidades arrancar con prepotencia, mientras nosotros agitamos las manitos desesperados en la parada. Hizo todo lo que estuvo a su alcance y yo soy testigo, pero la verdad es que a veces no hay caso. Es mejor respirar hondo, poner el cartelito y vía.

miércoles, 19 de noviembre de 2008

Yo te voy a defender, aunque no lo necesites


Me gusta tanto Rosario Bléfari. Me dicen que desafina, también que sus letras son incoherentes, qué se yo. Yo digo que es eso justamente lo que me gusta de ella, que se le escape una nota, que desafine cuando se copa, que no sea nada, nada perfecta. Que sus letras sean muy parecidas a lo que pienso cuando tomo mucho vino, una seguidilla de cosas sin ninguna conexión aparente, pero que van armando un cuento diferente toda vez que las vuelvo a escuchar. Me gusta que mantenga cierta distancia cuando canta en vivo, entre diva y habitante de otra dimensión, como una bailarina que se sabe talentosa. Algunas de sus canciones me ponen los pelos de punta y eso es mucho decir. Cuando estoy adormecida, o siento que todo me da un poco lo mismo, sus alaridos me despiertan. Se agradece.
Perdón a M. por hacerla escuchar Cuaderno 45 veces por día.

martes, 18 de noviembre de 2008

Con treinta años no puedo decir que crecí inmersa en la tecnología. Digamos que mi generación es la que vivió el paso del cassette al cd, las primeras videocaseteras, los celulares gigantes, etc. Un poco por eso y otro poco por una ancestral resistencia a todo lo que acerque a una máquina y me aleje de las personas no viví con mucha naturalidad el boom de la web. Me costó tener un correo electrónico, chatear en vez de levantar el teléfono, los mensajes de texto, etc. Pese a todo, tengo blog, chateo frenéticamente con mi amiga Lu y sí, tengo Facebook. De todos los berretines cibernéticos este es el que resulta más inquietante. Me pregunto qué es lo que lleva a una persona a querer publicar vía Internet que se ha hecho fan de las cosas más extrañas. “Fulanita se ha hecho fan de hacer cucharita”, “Sultanito es ahora fan del tiramisú”, “Menganita se hizo fan de las empanadas de choclo”. ¿Cuál es la necesidad de comunicar tu preferencia por las frutas de estación o quién es tu personaje favorito de Friends? Y la elección de verbos también me intriga. “Susanita fue etiquetada por tal”. Cada vez que leo esto no puedo dejar de imaginar una versión dark de Facebook en la que las personas sean etiquetadas tal cual lo son en la vida real. Supongamos: “Pirula fue etiquetada como desesperada por encontrar marido”, “Juan fue etiquetado como bueno para los deportes, pero no le den un libro”. La sola idea me pone los pelos de punta. De todas maneras, estoy segura de que las etiquetas más duras son las que me pongo yo sola.

viernes, 14 de noviembre de 2008

Ay menéate p'acá nené...

Anoche tuve la suerte de entonar una seguidilla de canciones memorables con amigos. Hubo mucho Montaner, mucho Valeria, un poco del Puma y por supuesto el Paz. Voy a detenerme en este cantautor. Para empezar, el groso se hace llamar, ¡¡¡el Paz!!!!!, seudónimo entre cachondo, buena onda y fumón que le permite acceder a un público más amplio. Y después sólo necesito agregar títulos como Amor pirata; Más, me das cada días más; Una voz en el teléfono, y no quiero seguir. Es mucho. Desde acá, mi más sincero reconocimiento. Por otro lado, caí en la cuenta de que el cancionero popular hace poco por liberar a las mujeres del lugar de “amante sufriente”. Reparemos en títulos como Tonta, pobre tonta; Tu tonta compañera; y el himno a la codependencia: La extraña dama. ¿Cuántas veces canté esa canción sin reparar en la espantosa figura “mujer dolor” o “mi juventud murió recién nacida? ¿Y el estribillo, ...atormentada por amor...? Vamos, estas chicas siempre están agonizando por un señor, siempre rogándole que vuelva, que las mire, haciéndose monjas para olvidar, etc. Exijo una revisión de esas lyrics.

Dedicado a Fabi, compañero de coros inolvidables.

jueves, 13 de noviembre de 2008

Qué bien me vendría un Lisandro Aristimuño cantándome Vos en el patio de mi casa, digo, hoy es uno de esos días.

martes, 11 de noviembre de 2008

Russkis




Conozco gente que detesta a los chilenos, o a los coreanos; personas que no podrían jamás tomarse un whisky con un inglés, etc. No entiendo a estas personas. Me incomodan. Sin embargo, esa misma generalización no me molesta en lo más mínimo cuando es positiva. Sí, soy un tanto contradictoria. Es que me acabo de dar cuenta de que adoro a los rusos. Sí, digo "los rusos", todos ellos. No sé si es la adversidad, la historia complicada, el frío o mi imaginación la que los vuelve tan intensos, pero me encantan. Estos son mis dos rusos para noviembre. Tostoi y Maya Plisetskaya, ¿hace falta decir más?

miércoles, 5 de noviembre de 2008

Quiero vale... algo

Cuando algo no me interesa se me hace casi imposible prestarle atención. Fue así como jamás aprendí a manejar o a jugar al truco. Sencillamente me aburría al segundo de comenzada la explicación. Lo intentaron desinteresadamente mi padre, mi hermana, amigos, amigas y nada. Algo parecido me pasa con los refranes, ¿por qué no decir lo que querés decir y ya? Los sencillos del estilo en casa de herrero, cuchillo de palo bien, ahora esos que se fueron deformando, que ni se sabe ya de qué manera nacieron, me superan; asiento, puedo llegar a sonreír, y sigo hablando como si entendiera lo que me acaban de decir. (Otros me parecen directamente discutibles, El que avisa no es traidor, Los últimos serán los primeros). Pensando en mi última sesión de terapia descubrí que aplico el mismo mecanismo para todo aquello que me resulta difícil de abordar. Horror, porque puedo vivir sin saber jugar a la canasta, ¿pero cuánto tiempo más me puedo hacer la desentendida conmigo misma? Yo diría que por lo menos dos sesiones más zafo.

martes, 4 de noviembre de 2008

Clarividencia




Ayer un taxista me despidió con un saludito de lo más particular. "Suerte con eso", me dijo mientras bajaba. Me pareció extraño porque no habíamos hablado prácticamente de nada, no le di ni una pista que lo hiciera sospechar que necesitaría suerte. Supuse que era una muletilla y seguí camino hacia mi trabajo. Eso fue ayer, son las ocho de la noche y sigo en mi trabajo, aparentemente así será por los siglos de los siglos. Siento que me sangran los ojos como a las virgencitas de los informes de canal 9, no puedo leer una sola línea más. Ahora entiendo, el señor veía el futuro.