jueves, 26 de mayo de 2011




Allá por el 2008 cuando empecé con este blog, posteé el hocico de mi gato Toto. Este espacio fue siempre un reflejo de cuanta cosa pasara por mi cabeza o me resultara interesante o digna de una más mínima reflexión. Es por eso que el morro de mi gato fue una de las primeras cosas que subí y en más de una ocasión relaté alguna intimidad de nuestra "relación". Hoy se murió mi gato, de repente, y me dejó así, llorando como una nena de cuatro años.
Si me hubiese tomado el trabajo de anotar todo lo que imaginaba de "la mascota ideal" este bicho no hubiese fallado en un solo ítem. Tenía el pelo dorado y con un brillo anormal, como de Orca o de animal fantástico. Era fantástico en más de un sentido. Cariñoso hasta el hartazgo, me seguía a todas partes, tanto que se ganó el mote de Chirolita. Tenía unos ojos color miel para inspirar boleros, la nariz rosa chicle y otras particularidades solo para entendidos, como ser uno de los pocos gatos que se dejaban tocar la panza sin ofrecer resistencia. Si me veía llorar, se subía a mi falda y me tiraba una mirada hipnótica mientras ronroneaba. Si alguna vez estuve en cama por alguna gripe o algo parecido, el tipo se autodecretaba en reposo conmigo el tiempo que fuera necesario. Soy fanática de los animales, perros, gatos, lombrices, todos me fascinan por igual. Pero con este gato tuve una relación especial, tan especial que amerita que hoy lo despida desde este blog que muchas veces lo tuvo como protagonista. Tan especial que consigue que no me dé la más mínima de las vergüenzas contar todo esto y acercarme a pasos agigantados al imaginario de "loca de los gatos". Confesar que tengo un nudo en el estómago y que no me imagino cómo será la vida sin sus maullidos agudos y sin su ronroneo permanente. Reconocer que un animal puede a veces ser tu mejor amigo.

miércoles, 18 de mayo de 2011


No puedo lograr que sobrevivan mis jazmines. A lo largo de los años he ido comprando montones de jazmines, chinos, del país, azóricos, cualquiera que tuviera cierto parecido con el jazmín glorioso que crecía en la casa de mi abuela entrerriana. Una mata verde y perfumada, desbocada y frondosa que hacía las veces de glorieta sobre un garage y caía pesada sobre la vereda. Ese olor me recuerda a una de las personas que más quise en la vida y creo que mis jazmines intuyen la carga emotiva y se sienten presionados, pobres. Uno tras otro los veo palidecer y secarse, exhaustos, cansados de soportar mi mirada inquisidora, suplicante, cargosa, como un novio que te pregunta cada dos minutos si lo querés o no. Y a mí me da pena seguir insistiendo, pero no lo puedo evitar. Cuando desde el colectivo veo en alguna casa uno de esos que ya son árboles y que de tan contentos florecen a destiempo, sonrío esperanzada, pensando en comprar fertilizante, macetas más grandes, taparlo con una mediasombra hasta que tome coraje. Hablen con sus plantas, pero no las ahoguen con sus expectativas, lo mismo corre para las personas.

miércoles, 4 de mayo de 2011

Visión borrosa, dificultad para hablar, ausencia de coordinación psicomotriz y falta de tonicidad muscular repentina. ¿Primeros síntomas de un ACV? ¡¡No!! Señales de que su cuerpo ha pasado por una mudanza.