viernes, 27 de febrero de 2009

Que vuelva Harry Block

Real Academia Española. Diccionario Usual.

nostalgia.

(Del gr. νόστος, regreso, y -algia).

2. f. Tristeza melancólica originada por el recuerdo de una dicha perdida.


Eso sentí cuando vi la última (y la anteúltima, y la anterior a esa) película de Woody Allen. Lo banco, pero dos horas más de Scarlett Johansson que se las fume otra.

sábado, 21 de febrero de 2009

C'est fini

Unos días después de ser despedida viajé a La Paz. Estaba enojada con la vida en general y, por las dudas, con cada y una de las personas que habitan este mundo. Pasé ese fin de semana destrás de una cortina de cinismo. Me reí de todos los hombres que vestían exclusivamente camisa arremangada y jean, fui implacable con todos y cada uno de los defectos de este pueblo bendito. Luego pasé 20 días siendo implacable conmigo. Hoy, de nuevo en La Paz, todo eso terminó. No sé si fue el tiempo (que dicen -exageradamente- que todo lo cura), o el pastelito casero de membrillo que desayuné en lo de una querida amiga. Pudo haber sido el glorioso Freddy y sus 40 minutos de masajes. El almuerzo en una terraza sobre el río Paraná, la siesta en las termas o yo solita que me cansé de estar enojada. No sé qué es. Pero se terminó y me siento mucho mejor.

miércoles, 18 de febrero de 2009

Shock!

Lo más aterrador del desempleo no es la imposibilidad de conseguir sustento. Para mí, es todo este tiempo conmigo misma. Espeluznante, hacía tanto ya. Y ahorita, sin distracciones laborales, cargo con las 24 horas del día como una piedra. Todo eso que una evita pensar mientras responde un mail, o se prepara un café en la oficina, está ahora en mi casa. En la yerba con naranja que le pongo al mate, en la manguera que se zafa de la canilla mientras riego las plantas, en cada uno de los maullidos de mi gato pidiendo comida, en las películas que alquilo para luego ver con la culpa que genera el tiempo libre. Todo eso y mucho más está ahora en mi cabeza. ¡Oh, dios! Soy un cliché (nuevamente), soy un sashimi para mi psicoanalista. No hay a dónde escapar. Espero sacar algo bueno. En algún momento fui optmista, ¿no?

Me está haciendo falta


Un toque de actitud Tita.

viernes, 13 de febrero de 2009

Sam Mendes knows


Me habían gustado mucho American Beauty y Road to Perdition (a pesar de Tom Hanks). Pero tenía dos motivos para esquivar esta película. Una inexplicable antipatía por Leonardo di Caprio y la intuición de una trama densa, potencialmente mortal para la fragilidad psíquica que vengo manejando. Tengo que decir que Di Caprio me tapó la boca y, sí, la trama es densa, opresiva, molesta. Pero la música, los tiempos, las actuaciones de estos dos, un Michael Shannon impecable; Kathy Bates, siempre bien, lograron que no saliera del cine con ganas de aspirar gas, sino todo lo contrario. La gente con talento me conmueve y durante dos horas me olvidé de mi pequeño drama burgués. A Sam Mendes, muchas gracias.

miércoles, 11 de febrero de 2009

Siempre que llovió, paró


Ayer, durante la tormenta, mi gato se encerró en un placard y recién asomó su nariz rosada hoy a la mañana. Tengo que confesar que me tienta hacer lo mismo. Irme a algún lugar en donde no sienta esta incomodidad. La incomodidad típica de los malos momentos. Porque convengamos que el optimismo es mucho más fácil cuando los problemas son ajenos. Cuando las complicaciones son propias, la cosa toma otro color. Negro, generalmente. Y entonces se activa el reflejo de huída. Y veo caracoles en todas partes y creo que es una sugerencia del destino para que me vaya a la playa y vivir de la pesca. Recuerdo que detesto el pescado de mar. No, debe ser otra cosa. Es ahí cuando caigo en la cuenta de que estoy hablando con caracoles. Respiro, una, dos … diez veces. Y me obligo a pensar que esto va a pasar.

miércoles, 4 de febrero de 2009

Anniversaire

Nacer un 31 de enero marcó una infancia de cumpleaños solitarios, o por lo menos, poco concurridos. Nunca me faltaron el festejo familiar y la torta. Pero al lado de los cumpleaños de mi afortunada hermana, nacida en noviembre, llena de compañeritos de jardín, animadores, regalos y demás, el mío resultaba lamentable. Y no es que mis padres no le pusieran ganas. Desplegaban toda su creatividad, convocaban primos y vecinitas a modo de extras, decoraban la casa, inflaban globos. Pero las fotos no mienten. Y ahí estamos, mi madre, mi padre, alguna abuela, una nena que no sé quién es, muchas guirnaldas y yo, usando un bonete que legimitaba el festejo. Lo curioso es que yo era feliz con esos mamarrachos. Todavía hoy mis cumpleaños conservan esa atmósfera extraña de autoconvocados, locaciones atípicas y el aporte de la vida adulta: el alcohol. Pero tiene su costado positivo. El “fin de mes”, sumado a haberse gastado toda la plata durante sus vacaciones obliga a aquellos que me quieren a esforzarse con los regalos. Entonces zafo de los típicos e impersonales perfumes, remeras, best sellers, etc. Me moriría de tristeza si alguien cayera con El código Da Vinci. En general recibo cosas más significativas. La golosina que me gusta, un libro que ya leyeron y que los hizo pensar en mí, un brindis sorpresa con torta, canto y todo (a pesar de que sufro durante este tipo de manifestacones), etc. Lo bueno del cumpleaños es sentirse querido y especial para alguien. No importa si son cuarenta, dos o cien personas. Es un día al año en que una realmente se da cuenta de que tan mal no estuvo haciendo las cosas.

lunes, 2 de febrero de 2009


Qué corta sería la vida si no tuviera momentos desagradables que la vuelven interminable. (Silvina Ocampo en "Visiones", Las invitadas, 1961.)
Y sí, ella siempre tiene algo para decirme. Esta vez servirá para que no pierda el entusiasmo, para que no piense que todas las personas son mezquinas, hipócritas, frías o calculadoras. O, por lo menos, para pasar el mal trago entretenida con un buen cuento. No es poca cosa.