lunes, 28 de diciembre de 2009

De vuelta


Buenos Aires me recibe con un aire espeso, por la radio anuncian lluvias. A mí me parece que el cielo está muy lindo, peinado a la gomina con esas nubecitas onduladas como el pelo de Josephine Baker. Estamos todos: las bocinas, el 60 que, saco la cuenta, recorre 12.000 km por día; los jacarandás, las señoras con las bolsas de los mandados, las que limpian afanosamente sus veredas, el taxista que adivina que soy de Acuario porque le comento que quiero volver a mi casa, y entonces me dice que soy muy buscada como amiga, pero que con las parejas me cuesta más. Lo escucho porque es simpático y dice todos sus disparates sin un ápice de maldad, se siente Nostradamus, termina diciéndome que soy linda como su hija y que si quiere me pasa el teléfono de su primo. Paso. Y en mi casa están los felinos desconcertados por mi larga ausencia: maúllan, ronronean, reclaman y se duermen. Dichosos, a mí me espera una jornada laboral, respiro hondo en el 130, cierro los ojos y agradezco las magnolias que veré desde la ventana de la oficina cada vez que me cuelgue con cara de estar resolviendo un gran enigma gramatical.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Bienvenida a casa!
Las magnolias seguro valdran la pena!

Marie dijo...

hay que decirlo: el 130 es el mejor colectivo de la argentina, no hay con qué darle a ese recorrido, unidades y frecuencia

soltree dijo...

Y nosotros?????????????????

Personas en la sala dijo...

Las magnolias, los pajaritos, la humedad, el calorón, jaja, todo eso.
Marie, lo amo en silencio, no se lo digo porque tengo miedo de que se la crea y empiece a pasar de largo las paradas como cualquier 15 o 29.