lunes, 5 de abril de 2010

Sobremesa

Grande fue su sorpresa al descubrir que en ese pueblo en apariencia tranquilo y de casas bajas no eran todos amigos. Imaginen su desconcierto cuando notó que no solo no se conocían todos, sino que dedicaban largas horas de sobremesa a establecer y reestablecer los más finos vínculos de parentesco entre sus habitantes. ¿Cómo era posible que no supieran si es Susana la que se casó apenas terminó el colegio y se fue del pueblo o si, en cambio, fue María, la más joven de las hijas de Don Leiva? ¿Era realmente necesario repasar el árbol genealógico de los Gamarra para establecer cuál de ellos es el contador y quién el abogado? ¿Qué es lo que resulta tan enigmático sobre la cantidad de hijos que parieron todas la mujeres de cierta familia que vive cerca del puerto?
Para un recién llegado esta especie de ¿Quién es quién? recitado durante el almuerzo puede ser un disparate, ¿no tienen cosas más importantes que discutir? Hilando fino, se puede pensar que, si bien es cierto que no son todos amigos, sí se conocen todos. Por lo menos a grandes rasgos. Estos "grandes rasgos" se manifiestan en categorías bastante delineadas: ocupación, filiación política, parentesco, estado civil, relaciones cercanas, etc. De esta manera: "Don Juan, a quien llamaban Botín cambiado, radical a rajatabla, tenía la talabartería en la entrada del pueblo, era el padre de María, Mirta y Delia, esta última casada con Larrañaga, el zapatero del barrio de la Estación, y era íntimo amigo de un primo de tu abuelo...". Intuyo que así, en el divagar de las tres de la tarde nos sentimos todos menos anónimos.

2 comentarios:

soltree dijo...

Es el alma del interior que no se espanta y comparte.

Mercadito de barrio dijo...

ja!! me encantó