jueves, 6 de octubre de 2011

Tonta pobre tonta quiere su minuto de fama

Se acerca la muestra de fin de año de ballet y aumentan gradualmente las ganas de bajarse del escenario por temor al ridículo. Es cierto que en vez de sílfides, graciosas criaturas del bosque, todavía parecemos bolsas de arena que alguien mueve de un lado hacia el otro. Tantas veces abandoné cosas convencida de que me superaban, de que no era capaz de estar a la altura de las circunstancias: materias, amores, hobbies, películas, etc. Incluso dejé la danza hace un par de años porque me dolía verme en el espejo, toda torpeza e incomodidad. He ahí la clave. Ayer decidí dejar de sentirme incómoda y, en cambio, empezar a sentirme trascendente. Está bien sentirme un poco tonta cada vez que intento ingresar uno de esos códigos siniestros que piden ciertas páginas de internet (me las pagarás, captcha) o cuando uso los deditos para sacar una cuenta aparentemente sencilla. Pero no voy a sentirme ni tonta, ni ridícula por animarme a subir a un escenario y bailar con mis compañeras al son de Chopin durante nueve minutos que parecerán horas. Es este mi firme propósito, aunque la vida se me vaya en un développé.

1 comentario:

chivilboy dijo...

si no bailas te vamos a agarrar con Carmenza y te vamos a apalear.