miércoles, 11 de febrero de 2009

Siempre que llovió, paró


Ayer, durante la tormenta, mi gato se encerró en un placard y recién asomó su nariz rosada hoy a la mañana. Tengo que confesar que me tienta hacer lo mismo. Irme a algún lugar en donde no sienta esta incomodidad. La incomodidad típica de los malos momentos. Porque convengamos que el optimismo es mucho más fácil cuando los problemas son ajenos. Cuando las complicaciones son propias, la cosa toma otro color. Negro, generalmente. Y entonces se activa el reflejo de huída. Y veo caracoles en todas partes y creo que es una sugerencia del destino para que me vaya a la playa y vivir de la pesca. Recuerdo que detesto el pescado de mar. No, debe ser otra cosa. Es ahí cuando caigo en la cuenta de que estoy hablando con caracoles. Respiro, una, dos … diez veces. Y me obligo a pensar que esto va a pasar.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Y volverás a esperanzarte
Y luego a desesperar
Y cuando menos lo esperes
Tu corazón va a sanar
Va a sanar
Va a sanar

Jorge Drexler - Sanar

Personas en la sala dijo...

Muchas gracias anónimo!