martes, 25 de noviembre de 2008

Uno de un peso y un escolar, por favor

El boleto no salía y la gente se empezaba a impacientar. El chofer se levantó y limpió la ranura con una especie de plumero. Pero no pasó nada. Entonces sacó un sofisticado soplete e hizo un par de movimientos bastante graciosos. Fue inútil. Visiblemente molesto, tomó una elegante baqueta que guardaba bajo el asiento. Pero tampoco funcionó. Finalmente no tuvo mejor idea que recurrir al viejo método de golpear y patear la maquinita con la ilusión de hacerla volver del limbo de las expendedoras de boletos. Pasaron quince minutos, el señor tuvo que poner el cartoncito de “Fuera de servicio” y los afortunados con boleto en mano recorrimos Libertador en tiempo récord. Sentí un poco de empatía con este chofer que se negaba a renunciar. Los he visto en otras oportunidades arrancar con prepotencia, mientras nosotros agitamos las manitos desesperados en la parada. Hizo todo lo que estuvo a su alcance y yo soy testigo, pero la verdad es que a veces no hay caso. Es mejor respirar hondo, poner el cartelito y vía.

2 comentarios:

Mercadito de barrio dijo...

estaría bueno andar por la vida asi... cuando no das más te colgás el cartelito de "out of service" y te relajás de muerte.

Personas en la sala dijo...

Ay mercadito, en este momento tendría el cartelito, la remera y el llavero de "fuera de servicio"!